Aves pueden contagiar bacterias como la salmonela

Lunes 4 de agosto de 2008

Por Daniela Estrada / La Nación

Aves pueden contagiar bacterias como la salmonela

Guerra a las palomas

Las columbas se han convertido en un problema ambiental grave en muchas ciudades. No basta con cazarlas, advierten los técnicos. En Chile existen pocos estudios sanitarios al respecto.

Las urbes del mundo son hábitat ideal para la proliferación de palomas, una especie vinculada a imágenes idílicas pero que entraña riesgos sanitarios y ambientales. Los expertos recomiendan no alimentarlas, adecuar las construcciones y controlar la basura.

Chile las declaró «perjudiciales o dañinas» en 2004 y autorizó su caza.

«Las palomas (Columba livia) causan un daño permanente», dijo el veterinario Pedro Cattán, subdirector del Centro de Estudio y Manejo de Plagas de la Universidad de Chile.

Son portadoras de agentes patógenos transmisibles a otras aves y a los seres humanos, y sus excrementos, ricos en ácido úrico, «corroen casas, edificios, galpones, monumentos, maquinarias y otras construcciones», explicó.

Las palomas pueden contagiar bacterias como la salmonela, causante de molestias gastrointestinales, la Chlamydophila, que provoca cuadros respiratorios severos y fiebre, levaduras como la Cryptococcus neoformans, que puede afectar las meninges y el sistema nervioso central, y parásitos como el ácaro Dermanyssus gallinae, vinculado a molestias dermatológicas.

Además de ensuciar, sus deposiciones dañan los sistemas de aire acondicionado y estropean productos almacenados en bodegas, ocasionando pérdidas económicas.

Originaria de Europa, Asia y el norte de África, la paloma fue introducida en el continente americano como ave doméstica en el siglo XVI, pero luego volvió a la vida libre, explicaron expertos del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG).

Las adultas miden entre 34 y 38 centímetros y pueden pesar entre 330 y 450 gramos. El plumaje de su cabeza, cola y alas suele ser de color gris, con reflejos metálicos verdes y violetas en el sector del cuello. Su dorso es blanco.

Las razones de su abundancia son su longevidad (pueden vivir entre 15 y 20 años) y la ausencia de depredadores naturales. Viven en pareja y pueden engendrar hasta 12 pichones al año.

Pero el aumento desmedido de esta especie en las ciudades obedece a las condiciones urbanas: construcciones llenas de recovecos para nidificar y abundantes restos de comida, así como la popular costumbre de alimentarlas. Comen semillas y frutos, pero también restos de alimento humano, explicó Cattán.

 

 

 

 

 

 

 

 

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